Desarrollo profesional a lo largo de los diferentes septenios en la biografía
En este artículo se dan una serie de pinceladas sobre lo que puede ser un desarrollo profesional a lo largo de los diferentes septenios (ciclos de siete años) en la biografía.
Por supuesto, que toda generalización acarrea injusticia, pero trata de dar una serie de pinceladas hacia un arquetipo de lo que puede estar viviendo un ser humano en el entorno occidental a lo largo de su vida personal. Para ello se ha empleado como modelo el de una vida laboral en general urbanita y desarrollada en el entorno de una empresa.
No trata de ser peyorativo en ninguna de las fases descritas ni pretende emitir juicios de valor, algo totalmente opuesto al mundo del coaching. La intención es la de representar un marco en el que uno pueda reflexionar en cada una de las fases vitales y profesionales que esté viviendo.
Desarrollo profesional en el cuarto septenio
Aunque existen personas que empiezan a trabajar antes de esa edad, se puede establecer el cuarto septenio (21-28 años) como el inicio de la vida profesional, siendo este un momento de acumular experiencias en la vida
Expectativas e ideales
La persona que se asoma por primera vez al mundo laboral lo hace lleno de expectativas.
Además, desde sus ideales, el joven se mueve con la ambición de cambiar el mundo con aquello que no le ha gustado del mundo que ha heredado.
Necesidad de reconocimiento
Todo trabajo ha de tener una compensación. Una parte se cubre mediante el salario que se percibe. En los momentos de incertidumbre que se viven actualmente, el sueldo al comenzar a trabajar, no suele ser suficiente para poder cubrir una independencia económica necesaria. Por ello, el joven busca otro tipo de recompensas, como puede ser el que se le reconozca el esfuerzo y la calidad de su trabajo por parte de sus jefes y superiores.
Necesidad de comprobar lo aprendido
Otras de las características de esta fase es la imperiosa necesidad de comprobar por él mismo todo aquello que aprendió. Ya no le valen las enseñanzas teóricas de la vida, necesita constatarlo en carne propia.
El nuevo trabajador ha de aprender los límites y deberá saber que es lo qué se puede hacer y qué es lo que no, dentro de este nuevo entorno laboral que él mismo está estrenando.
Falta de perspectiva
Aunque esto no sea así en todos los veinteañeros, muchos carecen todavía de un planteamiento serio y sensato de futuro. En principio, esto puede ser «biográficamente sano», dado que no le corresponde aterrizar su proyecto de vida hasta el siguiente septenio.
Necesidad de aventura
Ya se ha comentado que la persona en este cuarto septenio se encuentra ávida de experiencias. Esto, a nivel profesional se puede traducir en vivir lo laboral como una aventura. Esto tiene de positivo que se enfrenta a retos con empuje y sin temor. La contraparte es que puede caer en el peligro de la osadía. Otro riesgo es que si la persona posee un exceso de carácter innovador pueda buscar esa aventura de manera continua haciendo que cambie con mucha frecuencia de puesto de trabajo o se aburra, no llegando a aterrizar nunca.
Intensidad
Además del empuje propio de la edad, el joven afronta todo lo que le ocurre con gran intensidad, dado que todavía no posee un ánimo suficientemente sensato, algo que desarrollará en los próximos años. Esto hace que en esta fase todo se vea o blanco o negro, sin matices, sin grises.
Muchas de sus relaciones están teñidas de simpatía o de antipatía, algo que se puede comprobar al comenzar muchas de sus frases con el Me cae bien o me cae mal algo que puede condicionar su trabajo a esa emoción no tamizada.
Crisis de los talentos
Hacia los 28 años aparece lo que Gudrun Burkhard llamó la crisis de los talentos.
En ella y tras haber vivido ya casi tres décadas la persona comienza a reflexionar si está cumpliendo sus expectativas y si está sacando todo su potencial. Es un primer momento en que un ser humano es capaz de observar con perspectiva hacia lo que ha vivido a la vez que puede mirar hacia delante, a lo que le queda por vivir. Este tipo de situaciones de duda se volverán a repetir a lo largo de la vida.
Desarrollo profesional en el quinto septenio
El quinto septenio (28-35 años) es el momento de entrar en el mundo hasta fundirse en cierto modo con él.
Aparece el pensar de verdad
Tras la crisis que se ha descrito anteriormente, el trabajador entra en un periodo donde no solo van a ser los impulsos de la voluntad o las emociones las que tiren de él, sino que va a empezar a actuar en su vida de una forma más o menos racional. El pensar comienza a tomar un cierto protagonismo y es el momento en que disponemos de las mayores facultades intelectuales combinadas con toda la energía física.
Los sueños e ideales se van apagando para dejar paso a la llamada sensatez. Es el momento en que nos podemos parecer a nuestros padres, aunque hasta hace nada los habíamos rechazado como modelo.
Repercusión de este pensar en lo profesional
El trabajador en la treintena ya es capaz de diseñar su labor. Su empuje lo ha sustituido por una experiencia que le permite apoyarse y programar sus tareas.
Ambición
Tras haber podido asegurar el trabajo se busca el ascender en el organigrama de la empresa. Alcanzar mayores ingresos es solo una de las razones de querer escalar. La otra es alcanzar las metas que uno se había propuesto a la hora de trabajar. En general, ya no se busca el cambio de empresa, como fue en el anterior periodo, sino el ascenso en aquella en la que se está. Aparece una estabilidad, al menos en la organización, aunque no en el cargo que se ocupa en ella. Por supuesto, que esto puede variar mucho según el carácter y temperamento de la persona
La ambición puede deteriorar muchas relaciones de compañeros de trabajo y ser un verdadero quebradero de cabeza para los que la tienen y los que la sufren.
Los jefes de esa edad tienen el peligro de convertirse en verdaderos tiranos ya que la empatía con sus trabajadores la desarrollarán más adelante.
Otro de los riesgos es que el desarrollo personal se vincule al de la empresa para quien uno está trabajando. Si por lo que sea, se rompe la relación contractual, la persona se puede encontrar en una enorme crisis con un completo vacío personal.
Aparecen nuevas necesidades
El horizonte de asentarse y fundar una familia, lleva aparejada la tan temida hipoteca.
Para poder pagar los nuevos gastos y facturas, casa, suministros, el carrito de bebé, la guardería, etc., la persona se sume en la obligación de trabajar más y más.
Es, paradójicamente, el momento en que la familia, especialmente los niños recién nacidos, necesitan más atención, cuando más tiempo y dedicación se les resta para volcarse en lo laboral.
Así el trabajo puede llegar a convertirse en una obsesión, de la que se resiente familia y vida personal.
El estatus
Entre las nuevas necesidades aparece un nuevo concepto que es el estatus social. Con él puede venir el tratar de mostrar cierto éxito ya sea mediante un flamante coche, una casa de revista, o una ropa de marca.
Esclavo cinco días a la semana, huyendo el resto
Se da el hecho de que muchas personas trabajan en jornadas interminables de lunes a viernes al mediodía. Luego, el fin de semana o en vacaciones necesitan huir de dicha esclavitud y buscan un escape. En esta fase de la vida esta evasión se lleva a cabo realizando viajes exóticos o aficiones de alto precio.
Desarrollo profesional en el sexto septenio
En el sexto septenio (35-42 años) aparece la midlife-crisis, el tiempo de las grandes preguntas.
Con cierto humor las personas se dan cuenta que le han dado la vuelta al jamón y que ha transcurrido ya la mitad de su vida, teniendo la impresión de que lo que queda por venir ya no es tan bonito.
Aparece una inseguridad olvidada desde sus tiempos de adolescencia y lo que antes eran certezas inamovibles se convierten en dudas existenciales difíciles de responder.
Aparición de las preguntas existenciales
Es, en la cercanía de los cuarenta años, el momento en que Carl Jung establece el momento de la individuación. Las personas pueden empezar a preguntarse acerca del sentido de la vida. Y tarde o temprano se aborda el interrogante de si ¿es esto todo?
La respuestas que se dan ya no son tan generales como ha sido en los septenios anteriores. Con la irrupción de un sentido del yo, algo propio de esta crisis de la mediana edad, aparece la individualidad que hace que la forma de responder a esta situación sea propia y diferente de cada ser humano.
Muchas de las personas acallan este tipo de preguntas rodeándose de bienes materiales. Coches caros, un chalet en la playa o en la sierra y ropa de marca tratan de sofocar ese vacío interior.
Otros, por el contrario se vuelcan en una búsqueda espiritual que trata de encontrar las respuestas en lo trascendente. Son aquellos que de la noche a la mañana se apuntan a innumerables cursos de autodesarrollo, en formaciones tratando de hallar un camino nuevo y verdadero para su vida. Practican meditación trascendental, participan de en una ONG, armonizan su cuerpo con cuencos tibetanos, practican todo tipo de danzas o se dejan dar gran variedad de masajes. A veces, trabajan de lunes a viernes en un trabajo que no les realiza y lo compensan con irse de retiro los fines de semana, pudiendo no llegar a encontrar la armonía y coherencia que requiere su vida.
En lo profesional
El ámbito laboral no queda ajeno a todo este terremoto.
Ante la situación de insatisfacción que se vive en este periodo de la vida, la solución a primera vista más sencilla es tratar de cambiar las circunstancias, pensando que de esa manera se puede solucionar.
Hay quienes intentan cambiar de puesto de trabajo atribuyendo ese hastío vital a su desempeño laboral. Se presentan de forma continua a nuevos puestos dentro o fuera de la empresa.
Otros se sumergen en él para poder llenar un vacío que no consiguen colmar. Es frecuente tener compañeros que se quedan trabajando hasta tarde en la oficina no ya por sacar adelante más trabajo, sino por no llegar pronto a casa. Incluso, es bastante común aquellos que después de la oficina socializan en el bar de abajo con «otros solitarios».
El trabajo se convierte paradójicamente en fuente de realización personal y carga, al mismo tiempo.
Otras circunstancias vitales
La vida familiar
Muchas parejas se han roto a estas alturas, otras atraviesan unas dificultades por el paso de los años. Los hijos han crecido y han pasado de niños cariñosos a guerreros adolescentes. Todo esto hace de la vida familiar un lugar de poca tranquilidad.
Respuesta a las preguntas existenciales
A lo largo de estos años las preguntas existenciales aparecen y se tapan de manera intermitente, Si no se afrontan debidamente, irrumpirán con más fuerza en forma de crisis personal o produciendo un sentimiento de insatisfacción generalizado al que no se sabe ubicar.
Mujeres y hombres
Aparece una cierta brecha de género y la manera de plantearse la vida y, especialmente, la vertiente profesional es diferente, aunque en los últimos años esta horquilla ya no es tan contrastada como lo era antes. El grado de insatisfacción femenino suele ser más acusado que el de ellos.
En ocasiones el varón se busca una nueva relación sentimental en sustitución o en paralelo a la pareja que ha tenido esos últimos años.
Muchas mujeres se vuelcan en el trabajo, la capacidad de sacrificio que ellas poseen les dota de capacidad para aumentar su carga profesional. Además, muchas de las que han sido relegadas socialmente en su carrera profesional por la maternidad y el cuidado de los hijos tratan ahora de recuperar su posición dentro de la empresa mediante un esfuerzo suplementario.
Desarrollo profesional en el séptimo septenio
En el séptimo septenio (42-49 años) las preguntas siguen abiertas, aquellos que dieron unas respuestas satisfactorias en el anterior septenio vivirán esta fase con mayor tranquilidad que aquellos que huyeron hacia delante. En este segundo caso puede aparecer la crispación.
Paso del tiempo
A partir de la segunda mitad de la quinta década de vida aparecen algunos signos del paso del tiempo.
Ya no se mantiene la misma forma física que antes, lo que antes costaba cierto esfuerzo, ahora se convierte en una verdadera dificultad física.
Aparece la presbicia y las «gafas de cerca» se pueden hacer acompañantes imprescindibles en el cajón del despacho.
En otros casos, pueden aparecer problemas cardiacos o irrumpen algunas enfermedades crónicas.
En el caso de las mujeres, hacia el final de este septenio aparece el climaterio. Los trastornos hormonales y el cambio de fase vital puede ser vivido desde una cierta frustración o desde un renacimiento de nuevas posibilidades para desarrollarse como persona, siendo esta respuesta individual.
Al igual que en el septenio anterior muchas personas creen poder detener el paso del tiempo buscando parejas más jóvenes o tiñendo las canas o pasando por el quirófano para hacerse «algún retoque»
En lo profesional
Muchas personas se encuentran en un momento difícil de su carrera profesional. Sienten la amenaza de aquellos jóvenes que vienen con mayores conocimientos a nivel técnico, en lo informático, especialmente.
Se muestran reacios a cambios y cuando estos llegan tienen más dificultades que otros compañeros más jóvenes para adaptarse. Lo novedoso les puede sacar de la zona de confort . Un exceso de dinamismo en los equipos de trabajo les puede hacer sentirse desubicados.
Poseen un enorme potencial en sus conocimientos, pero si no se sienten seguros pueden no desarrollarlo de forma completa. Por ello, y aunque parecería que no lo necesitan por esa apariencia de seguridad, se les debe mostrar un espacio emocionalmente seguro para que puedan desarrollar todas sus capacidades.
A veces las personas de esta edad muestran estallidos de ira en su entorno laboral. Muchas de estas manifestaciones de rabia esconden el miedo a los cambios antes sugerido o una situación de tristeza por su insatisfacción vital. Sin embargo, la rabia es una emoción que en el ámbito laboral está mejor aceptada y reconocida que la melancolía o el temor. Es por ello que esos desbordes emocionales aparezcan de esa forma vestidos pero que encierren otras sensaciones internas. Son estas situaciones las que necesitan ser abordadas con mayor empatía por el líder de la empresa que puede dar la seguridad a esa persona que puede estar transitando un difícil momento.
Desarrollo profesional en el octavo septenio
En el octavo septenio (49-56 años) parece que toda la tormenta interior de las últimas décadas tiende a calmarse.
Aquellos que han logrado vivir de una forma armónica la fase anteriormente descrita pueden convertirse ahora en maestros
Estos son los que ya no temen enseñar a sus compañeros más jóvenes aquello que han aprendido a lo largo de su experiencia vital.
Desaparece el miedo de quedar relegados por su falta de conocimiento en lo técnico o en lo informático. Saben que lo compensan con una experiencia y con una sabiduría producto de haber aprendido a lo largo de su vida profesional. Además, muchas personas en la madurez han dejado ya la competitividad y se muestran más colaborativas y dispuestas a enseñar a otros.
De forma sorprendente en esta etapa de la vida aparecen proyectos nuevos. Nuevas iniciativas que vehiculizan energías renovadas que aparecen en este septenio.
También es frecuente que mujeres que habían aparcado su carrera laboral decidan volver a ella y lo hagan, ahora sí, realizando proyectos que les doten de sentido.
Desarrollo profesional en el noveno septenio
En el noveno septenio (56-63 años) a nivel laboral prácticamente todo está alcanzado. Si alguien accede a un ascenso será, generalmente, por los méritos acumulados durante la carrera profesional anterior. Con ello la ambición no se vive como en otros momentos de la carrera.
Se tiene la posibilidad de alcanzar la sabiduría, siendo esta la conjunción armónica de conocimiento, experiencia, alguna de ellas dolorosas y generosidad para con los otros.
En esta fase muchos de los compañeros o de sus subordinados tienen la edad de sus hijos. Puede aparecer, así la tendencia a tratarlos con cierto paternalismo, más que con la camaradería propia de un colega de trabajo. Este tipo de trato puede generar ciertas confusiones y problemas.
Más allá de los 63 años
Es una realidad que cada vez se envejece mejor. Hoy al llegar a la edad de jubilación se encuentra uno, generalmente, en un estado de salud mucho mejor que como llegaban las personas hace unas décadas. Esto tiene sus consecuencias positivas obvias, pero, también, existen casos en que alguien es obligado a dejar su profesión en un momento de su vida en la que siente que tiene todavía mucho para dar. Esto hace que aparezca una sensación de frustración en muchas personas. Algunas lo compensan reenganchándose al trabajo y no abandonando su puesto, otros deciden dedicarse a sus aficiones o a labores altruistas, pero no son pocos los que se sumergen en una depresión que merma su salud emocional.
El trabajo ha sido, para muchos de ellos fuente de sentido de su vida y lugar donde encontrar relaciones sociales.
Si las personas siguen gozando de buena salud es importante que mantengan una actividad física e intelectual. Sería bueno, que muchas empresas contaran con ellos como asesores.
A nivel sistémico la forma en que una empresa acompañe al retiro a sus trabajadores es fundamental. Los asalariados que pertenezcan a dicha corporación pueden ver un adelanto de su futuro. Si se ve que la organización no despide de una forma sana a aquellos que han hecho crecer a la empresa, pueden sentir que con ellos puede hacerse lo mismo, pudiendo caer en la desmotivación y sintiendo que serán arrinconados o despedidos sin el debido homenaje cuando les toque su turno.
Conclusión
En este artículo se ha pretendido hacer un esbozo de aquello que puede ocurrir en la biografía de una persona a lo largo de su vida laboral.
La intención es que aquellos que se hayan visto en cualquiera de los reflejos aquí expuestos puedan tomar conciencia de su situación y puedan desde esa nueva mirada encontrar recursos que les permitan tomar el control para convertirse en autores de sus vidas.